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33 bre ha venido al mundo sujeto 4 potestades superio— res (1), y que debe estar obedeciendo hasta el dia de su muerte, y concluiamos diciéndoos que la paz de los pue- blos, asi como la del corazon de cada uno, tiene su ori- gen y se cimenta y conserva «en la sumision total y omnimoda 4 los preceptos de la ley divina y 4 los de la Iglesia , en el respeto al sacerdocio, en el acatamiento 4 la autoridad. » Esto mismo os repetimos y os sonia siempre, nuestros muy amados hermanos; pues, presente 6 au— sente, no dejaremos de cumplir, con la gracia de Dios, con la obligacion que tenemos de ensefiaros la fe y la* doctrina. Ahora solo nos resta haceros presente , al em- prender el viaje de regreso, que no nos acusa nuestra conciencia de haber qnerido poseer el bien de nadie; que * hemos buscado vuestras almas, no vuestros haberes,.y que, en la sustancia, hemos mirado en nuestras obras y palabras a la gloria de Dios, al decoro de su casa, 4 la morigeracion de las costuimbres; a la santidad de los Sacramentos, 4 la regularidad de la vida en el clero y en el pueblo, y que en este particular podemos decir, con el Apéstol, en conciencia y en el Espiritu Santo, que dé nadie hemos hecho dano, 4 nadie hemos pervertido, & nadie hemos enganado 2 )}; y aun podemos repetir con el mismo, sin género alguno de vanagloria , que, habiendo sufrido persecuciones, afrentas, injurias y prisiones , las sefiales de nuestro apostolado fueron he- chas sobre vosotros en mucha paciencia (3). Recibid , pues, nuestros muy amados hijos, el testi- . monio de nuestro paternal afecto: cada dia pedimos al cielo en nuestras pobres oraciones que os conceda por fin esa paz que abundaba tanto entre vosotros hace aes II = » cap. vil, vers, 2. Rom., cap. xim, vers. 1, a Cor., cap. xu, vers. 12,
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