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32 por primera vez. Entonces, hablando con nuestros her- manos en el sacerdocio, les deciamos estas palabras: — _ «En vuestra vida edificante y retirada y en vuestra prédicacion continua 4 los fieles, proporcionareis 4 nuestro corazon descanso, satisfaccion y alegria: y en el conjunto de vuestros esfuerzos para llenar dignamente el cargo que teneis de mantener con vuestra vida y doc- ‘trina la Religion de Jesucristo en el pueblo que se os ha encomendado, el mundo corrompido y depravado vera la mas elocuente reprension de su vida’ licenciosa, y tendrd que respetaros y poner un freno 4 su lengua para no motejar vuestra conducta. Tened entendido que, en punto 4 dependencia de los que obedecen y preeminen- cia de los que mandan, la semejanza es perfecta en el érden’dé la naturaleza y en el de la Religion: porque ‘asi como en aquel jamaés el hijo precede al padre, ni puede ser anterior 6 superior 4 él, asi en.este es preciso que el hijo obedezca ciegamente al que lo. engendré ala gracia divina y lo nutre en ella. Bien sabeis cudn des— graciado suele ser el hijo que no honra 4 su padre, 6 le desobedece , 6 le falta al respeto; pues lo es mucho mas quien en. el 6rden espiritual usurpa para si el honor de su Madre la Iglesia. ; Infeliz aquel que resiste 4 la auto- ridad de la Iglesia que lo ennoblece y lo honra con lla- marlo al servicio del altar, porque él mismose granjea_ una condenacion segura (1)!» — Entonces tambien dijimos 4 todos, grandes y pe- quefios, sacerdotes y pueblo, que sadnviesén segun. la vocacion con que habian sido llamados, con rade hu- mildad y mansedumbre, con paciencia, sobrellevin- dose los unos a los otros en caridad , y siendo solicitos en guardar la unidad del Espiritu en vinculo. de pas (2). Ensefidbamos 4 todos que supiesen que el hom- © 0 ‘Carta Pastoral de 11 de junio de 1865. 2) Ephes., cap. tv, vers. 3.
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