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30° os amamos, y de cuanto hemos hecho por el bien de todos. Cuando vinimos 4 nuestra didcesis en enero de 1869, compadecido de los males que os afligian, pro- pusimos al general que dirigia los negocios publicos, que estabamos dispuesto 4 ir al departamento oriental a persuadir 4 los cabecillas de la insurreccion, que deja- sen la empresa sanguinaria é injusta; aunque nuestra oferta no fue admitida, siendo enviados otros 4 llenar esa mision, que Nos intentamos para nuestra persona, y de lo que nada hemos dicho 4 nadie, si se esceptian dos 6 cuatro amigos. Despues hicimos lo que nos suge- ria nuestro corazon en bien de todos (1): por el tiempo que pudimos cedimos la sexta parte de nuestras rentas para sosten dé los voluntarios, que con tanta generosi- dad dejabam sus colocaciones, en que ganaban su vida, por defender el derecho (2). Mas tarde abogamos por los sacerdotes, librando de la prision 4 un octogenario (3), y dando algun socorro 4 los que por causas justas eran relegados 4 islas lejanas (4): despues abogamos é¢ inter- cedimos por los mismos de entre nuestros diocesanos (1) Fue mi Pe cuidado disponer que todos levantasen sus ma- nos al cielo pidiéndole que nos librase de la calamidad de Ja guerra, | y encargando al clero que inculcasen todos 4 los fieles la necesidad que tenemos de vivir sometidos 4 la autoridad, como puede verse en el documento nim. 1. ab eet : : (2) Documento nim, 2. (3) Documento ntim. 3. ey FS (4) Seis fueron los curas p4rrocos reducidos 4 prision en el cas- tillo del Morro en febrero de 1860. Pocos dias antes de embarcar- se para ser conducidos 4 la islade Fernando Péo, subidé el sefor dean 4 visitarlos, Tevssdo el encargo de decirles de mi parte que me dijesen Jo que necesitaban; y ellos, con légrimas en los ojos, le contestaron que les enviase letras comendaticias, pues habian sido estraidos de sus casas sin poder recoger ni un documento que acre- ditase su estado, A los dos dias, previa autorizacion competente, su- bié mi secretario al castillo, llevando las comendaticias referentes 4 su oficio de pérrocos y 4 su moralidad, espresdndose en ellas que sa- lian de la diézesis por disposicion de la autoridad superior en vista de las circunstancias en que Ja Isla se encontraba. Envié 4 cada y10 dos onzas de oro, pues no tenian recursos, y las aceptaron llorando, es- cepto soe que agradecié el auxilio, aunque no lo acepté por no ne- cesitarlo.

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