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29 les de una guerra injusta, promovida por hombres es- _ trafios 4 nuestra’ nacionalidad, 4 nuestra lengua, 4 nuestras tradiciones, y quizas 4 nuestra fe, quienes han alucinado 4 algunos de nuestros hermanos, arrojando- los 4 un combate, en el cual, faltos de justicia y de de- récho, no podian encontrar sino su propia ruina y la destruccion de sus mismas familias. Orad sin cesar, y esperad que Dios os devolvera la paz. _ Pero tened presente, ademas, que no basta rogar a Dios y suplicarle por medio de sus amigos, y que és ne- cesario poner de nuestra parte otros medios, y uno de ellos en esa y en todo pueblo, catdlico 6 no catdélico, es el respetar 4 la autoridad, obedecerla y sostenerla. Sin esto, acontece lo que dijo Jesucristo: Todo reino divi— dido es desolado y se arruina (1). Y esta autoridad se sostiene con palabras, con adhesion y con obras. Y los primeros en sostenerla de ese modo habeis de ser vos-- otros, amados hermanos en el sacerdocio y colaborado- res en la vifia del Sefior: vosotros sois los que habeis de predicar la obediencia 4 las autoridades, y habeis de demostrar que sois los primeros en hacerlo, viviendo en la disciplinay morigeracion que la Iglesia os manda, huyendo de llevar:trajes secularescos, no concurriendo 4 reuniones mundanas, viviendo con honestidad de costumbres, y siendo buen olor de Cristo en todo lugar, como dice San Pablo (2). Cuando el pueblo vea que los sacerdotes son obedientes 41a Iglesia y al Pastor, 4 quien han prometido obedecer y respetar, entonces é] - aprende 4 obedecer “4 la autoridad y 4 dar su vida por los derechos que la asisten, cuando un enemigo la ataca. Sensible es en demasia 4 nuestro corazon el sepa- rarnos de vosotros. Dios Nos es testigo de lo mucho que (1) Luc., cap. x1, vers, 17, (2) If Cor., cap, 1, vers. 15,

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