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muy solapada, de gran pujanza y de no menor activi- dad, que espera un porvenir para ella. El Obispo, pues, no puede permanecer en silencio por mas tiempo, porque cree en su conciencia que fal- taria 4 su Dios, 4 su Reina, 4 sus deberes y 4 su con- ciencia, si no lo hiciese. Permitame V. E. que diga dos palabras sobre este asunto, para que se digne tomarlas en consideracion, si las cree justas. De aqui 4 la Penin- sula hay una diferencia inmensa en lo relativo 4 la libertad de la discusion de asuntos politicos, sociales y politico-econémicos. En esa se disputan las materias de gobierno, de administracion, de érden publico y de po- litica interior, y puede decixge que todos los conten- dientes quieren una misma cosa, diferenciindose sola— mente en ciertos medios, mas 6 mens dificiles de eje- cutar, mas 6 menos libres, mas 6 Menos realizables, excepto, por tanto, los que por su naturaleza tienden 4 subvertir el érden y 4 atacar gles instituciones, pues estos no son sistemas, sino errores anarquicos, que no pueden ser adoptados de derecho como partidos lega- les, por ser contrarios al derecho natural, al divino, al _ de gentes y al de nuestra monarquia. Disputan todos, pero todos daran su vida por sostener la integridad de fa nacion, y se sacrificaran en las aras de la patria, si llegare el caso. Pero aqui no es as{: en este pais, esas discusiones son de vida 6 de muerte para nosotros: son cuestiones . politicas puramente, que engendran en los animos odio al Gobierno y 4 sus instituciones, sean estas las que quieran, y producen un fanatismo feroz, el fanatismo que condujo 4 los mejicanos, venezolanos, peruanos y otros al estremo de echar 4 nuestros ascendientes en ho- gueras, en pailas de azticar hirviendo, en lagos y rios, cometiendo horrores como los que la historia nos refiere de los tiempos de los martires. Los hombres de las ideas ‘Phe Ree RRR Sc Stas GES ohh ain pateirinneel

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