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ct casa, cuando la desmoralizacion de costumbres ha lle- } gado ya 4 ser tan-escandalosa y abominable en esta j ciudad, que estan las mujeres publicas en las calles mas principales, viviendo en medio de casas honradas: cuando las dichas mujeres son tan’atrevidas, que hasta cogen por fuerza 4 mas de un transeunte, y lo hacen entrar violentamente en el lupanar; cuando son tan insolentes, que. hasta han echado la bendicion al Obis— po, al Obispo que escribe estas lineas, estando agrupa- das en sus ventanas y con cigarro en su boca; cuando se las ha dado tanta libertad, que estan haciendo exhi-- bicion publica de su deshonestidad 4 todo transeunte, y consiguen, por una tolerancia injustificable, pero de Jacual han de dar espantosa cuenta 4 Dios los que lo permiten, estar iendo entre mujeres de honor, y ser é el escollo de toda inocencia y del pudor mismo, como lo prueban los grupos de hombres, de nifios y de mozos, que cada dia estan alrededor de las ventanas bajas mi- rando a las meretrices. _ En vista de estas doctrinas disolventes de Li Siglo, elevé una comunicacion al Excmo. Sr. Capitan gene- ral manifestandole que era preciso reprimir la audacia de la prensa, y diciéndole que, como Obispo, no podia - Inenos de levantar mi voz contra la impiedad, y como Obispo de la Habana no podia dejar de hablar. Decia tambien en esa comunicacion que lo hacia asi, porque preveia que si continuaba la libertad de escribir, habia de sobrevenir 4 este pais una gran catastrofe: y que teniendo, como tengo, esta conviccion, me veria en la precision de acudir al Trono de S. M. para exponerla, 4 fuer de stibdito leal, los peligros que amenazan 4 esta posesion de su Corona, por estar labrando contra ella a una mina esos escritos que salen cada dia, si no se po~ nia por parte de la autoridad superior de esta Isla un dique 4 esas doctrinas.

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