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amor 4 nuestra nobilisima nacion, y tambien 4 aquella region, la cual, desde que éramos su Obispo, la habia— mos tomado por una segunda patria. Hablaba, pues, nuestro corazon herido de pena; y jay! jcudn certero suele ser este lenguaje! Con el corazon abierto deciamos, por fin, al ministro: <El tiempo diré quizds que el Obis- po de la Habana hacia lo que hacian los Profetas de Is- rael, que era sefialar los males, sin que por eso hubiesen sido bastantes sus avisos para impedir la ruina de Jeru- salen.» Hemos referido una sola parte de mil ofa que pu- diéramos estampar para conocimiento de todos. Ahora cerramos esta materia, diciendo que, quien ha dicho todo esto al Gobierno, bien merece que se le cuente en el ntiimero de los espafioles que han mirado con mas celo por el mantenimiento de nuestra nacionalidad. Hizo cuanto puede hacer un Obispo, que es orar en si- lencio dirigiéndose al cielo, y hablar con claridad, sin rodeos, con respeto, pero con energia, 4 los TT de la tierra. DOCUMENTO. OBISPADO DE LA HABANA. Exemo. Sr.: Aunque los Obispos, por la naturaleza de su ministerio y dignidad, no estén encargados direc- tamente de las cosas politicas, hay casos, sin embargo, en que su mismo ministerio les obliga 4 tomar parte en asuntos publicos, representando siquiera 4 la autoridad suprema del Estado los peligros que corren en algunas circunstancias las altas instituciones de la monarquia, por cuya integridad y prosperidad debe velar todo Prelado, como cualquiera de los altos funcionarios del Estado, y como los que, despues de los miembros ag-

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