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291 r dose cantado en el de. Napoles en 1861, el dignisimo Cardenal Sforza, Arzobispo de esa ciudad, lo prohibid. Y bien sabia que el célebre Rossini lo habia compuesto para que se cantase en laiglesia, y que precisamente. lo habia compuesto 4 peticion de un personaje eclesids- tico residente en Madrid en 1828, y para cantarlo tam- bien en Madrid. Habia costumbre tambien de celebrar el Carnaval hasta entrada la Cuaresma, y de dar el baile llamado de Pifiata el primer domingo de ella; reclamé contra el abuso, y el capitan general me dijo en 1866 que por. aquel ajio ya no le era posible prohibirlo para el tiempo de ayuno, pero que lo haria para el siguiente. No era él ya gobernador superior civil al siguiente: recordé 4 su sucesor la promesa en atento oficio, y en respuesta se me dijo, que se celebraba ese baile en todo el Orbe catélico, y ademas parecié en la Gaceta oficial de la Habana, ocho dias antes de Cuaresma, una disposicion gubernativa que autorizaba el baile de Pifiata en todas partes: de modo que, no siendo conocido ese_ baile sino en algunas ciudades de Vuelta de Abajo, en las del de- partamento Central se preguntaban unos 4 otros qué nuevo baile era ese. Representose en la Habana el primer dia de Pascua de Resurreccion de 1866 la é6pera llamada La Judia, y . parecieron en el escenario el Papa, los Cardenales, los Obispos, sacerdotes, acdlitos, cruz y ciriales; 4 los pocos dias aparecié la caricatura de esta escena ridicula, re— presentada por soldados, y por hombres de baja clase que se alquilan para esos casos. Reclamé al Gobierno contra eso, y aum creo que envié,la caricatura al mi- nisterio de Ultramar; y descendié una real érden, la cual conteniael dictamen de un alto Cuerpo consultivo, quien decia, entre otras cosas, que el Obispo era en realidad un invasor, al pretender que se prohibiese esa
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