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de los funcionarios de alla con el de los de aqui, decia- mos lo siguiente: «Ese mal, que es muy trascendental en esa, ha empezado 4 ponerse en planta en este pais, - donde, si llega 4 radicarse, ha de traer una ruina in— evitable.» No ocultamos entonces la situacion en que se en- contraba aquella riquisima posesion, pues hablando del gobierno sencillo, pero compacto, y guardando armo— nia con el sacerdocio, que debia haber alli, deciamos lo siguiente: «De ese modo nos podremos sostener contra tantos enemigos como asedian nuestra propiedad, y solo esperan 4 una ocasion propicia para arrebatarnosla.» Por fin , despues de enumerar los males y hacer notar la con- mocion sorda que estaba produciendo la idea de las refor- mas, concluiamos asi: «En resimen: en el 6rden politico y administrativo, en el religioso y en el moral, van las cosas tomando en este pais un aspecto tan poco halagiie— fio, que el hombre amante de su soberana, de su patria, de sus instituciones, y sobre todo de su religion, no pue- de menos de temblar por su porvenir.» A no ser profe— ta, no podiamos decir con mas claridad lo que veiamos en lontananza , guiados por las reglas naturales del criterio. IV. Por desgracia fueron sucediéndose en Ja Habana, unas 4 otras, muchas cosas desagradables. Habiase in— troducido una costumbre poco religiosa, la de cantarse el sagrado himno Stabat Mater en un teatro, en la no- _ che del viérnes de Dglores: reclamé contra ella, y des— cendié una disposicion superior que decia que ese himno se cantaba en todos los teatros, y que bien podia can— tarse en la Habana. Sin embargo, bien sabia yo que no se cantaba ese himno en todos los teatros; pues habién-

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