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dos como las olas del mar, que viven en continuo mo- vimiento, empujandose unas 4 otras, pero quedando siempre olas? Pues eso, ni mas ni menos, estd pasando en las naciones que, declarandose duefias de si mismas en fuerza de ese mito llamado soberania nacional, y del otro llamado representacion del pueblo, han for- mado ese ejército, terrible para los presupuestos, de empleados sin cuento. Y fuera lo menos malo el gran numero de empleados; pero la gran calamidad consiste en que, siendo inherente 4 esa clase de modo de go- bernar el que haya oposicion, cuando esta triunfa y cae su contraria, sube una turba de empleados y baja otra, comiendo todos de un mismo rancho, aquellos con abundancia y estos con escasez: ese rancho es e/ presu- puesto. De modo que esas subidas y bajadas de emplea- dos se parecen con toda exactitud 4 la toma por asalto de una fortaleza llena de viveres, en la cual entran unos con animo decidido de aprovecharse de ellos, mientras por otro flanco salen otros,. llevandose cada cual lo que puede abarcar. Esto es un mal gravisimo en las naciones, y que ha de ocasionar, tarde 6 temprano, catastrofes sociales. j Pues qué! gDe dénde han salido esos fenémenos terri- bles de la sociedad moderna, que se llaman democracia, comunismo, socialismo 6 internacionalidad? Del sis- . tema representativo, de la llamada soberania nacio- nal; véase en qué clase de la sociedad han tomado cuerpo esas ideas temibles, y se advertira que ese es el efecto de lo que los pueblos estan viendo, hace ya casi un siglo. La publicacion 6 instalacion de los nuevos dogmas sociales, de ser la nacion la duefia y propietaria de los bienes de la Iglesia; el ver que en la aplicacion de esos bienes hay la mentira mas enorme y mas visi— ble, pues la nacion, 4 quien se dice que se aplican, va haciéndose cada dia mas pobre, que su Deuda crece,

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