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284 sin gran fuerza de razonamiento, de la doctrina asen— tada. Si los hombres tienen derecho sobre lo que es mas, apor qué no lo tendran sobre lo que es menos? Si tienen derecho sobre lo que procede inmediatamente de la vo-— luntad de Dios, gno lo han de tener sobre lo que sale de los labios de los hombres? Muy claro vimos que era esta la tendencia de esa doctrina: con la misma claridad lo manifestamos 4 quien convenia, para que se impusiesen algunas trabas 4 la osadia con que se empezaba 4 vis— lumbrar el fin de esos escritos, que no era otro, sino la inoculacion paulatina del principio de la soberania po- pular en la muchedumbre. Pero entonces fue cuando recibimos el primer desengaiio, y nos confirmamos en la idea que teniamos concebida, aun antes de salir de Espafia, de que alli existia un gran foco de mal, cuyo remedio seria dificil. Que aquello eran doctrinas abs— tractas que no llamaban la atencion del pueblo, que no se echarian a la calle, y que si lo hacian, les costaria caro: hé ahi cuanto supimos y cuanto se nos dijo, al contestar 4 nuestras observaciones. Desgraciadamente andaban entonces en boga estos ‘ principios politicos, 4 cuya sombra iban ganando terre- no los escritores de las doctrinas reformistas. Pero llegé el caso, que todo hombre pensador preveia que habia de llegar; otros escritores, tan ilustrados 6 mas que los de la redaccion de 4? Siglo, los cuales comprendieron las tendencias de aquellas doctrinas, salieron 4 la palestra contra aquella propaganda. En la discusion quedaba. siempre la victoria por el campo de la verdad; pero si bien el error quedaba vencido, la discusion producia el resultado inmediato de todas las disputas piblicas, que es el generalizarse el conocimiento de las materias cues- tionadas, y el adherirse 4 uno y otro bando mayor 6 menor numero de prosélitos. El negocio empezaba 4 to- mar aspecto grave, y creimos que era ya un deber de
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