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derezar el arbol, se le troncha, y quiz4s perecen en su caida los mismos que querian enderezarlo. Era este el método con que los redactores de HZ Si- glo derramaban sus doctrinas, aprovechando cuantas. ocasiones se presentaban para hacerlo 4 mansalva. Vi- mos eso con toda claridad en el segundo articulo edito- rial, que ese diario publicé en 14de enero de 1866. Aprovecharonse los habilisimos escritores de la oportu- nidad que se les presenté de poder dar contra una au- toridad, de la cual desgraciadamente se le importa poco 6 nada 4 los que ejercen una que puede sostenerse con abundancia de armas, de naves y de fortalezas : era esa autoridad la de la Iglesia Trataba el articulista de la santificacion de las fies- tas, y decia que eso no era una cosa que debiese ser or- denada por la autoridad , fuese esta la que fuese, sino por los individuos particulares, reunidos mutuamente, para comunicarse y decidir las providencias que para ese asunto creyesen oportunas. Esta doctrina no podia ser mas subversora, ni mas antipolitica para aquel y para todo pais, donde haya una autoridad establecida segun los principios del derecho natural y divino. El argumento es claro: si siendo de derecho divino la institucion del domingo y Ja cesacion de todo trabajo corporal en él, y por consiguiente su santificacion, la autoridad, cualquiera que sea, como dice el articulo, no tiene derecho 4 mandar que ese dia se santifique, sino que este derecho reside en la reunion de los indi- viduos, que se han de abstener del trabajo, con mu— cha mas razon la autoridad humana carece de dere- cho para obligar 4 los pueblos 4 que vivan bajo las instituciones politicas que esta les imponga, pues se les concede 4 los pueblos el derecho de darselas ellos 4 si _ mnismos. : Estas consecuencias se deducen inmediatamente , y

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