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-ciendo caso de ella 4 los principios. Para que un pueblo — sé precipite en el marasmo que lo consuma, y se con— vierta su vida politica en una anarquia, 6 se vuelva 4 su estado normalmente pacifico en normalmente revo- lucionario, no hay mas que dejar que se formen parti-— dos, no haciendo caso de ellos ; porque al fin llega un dia, en que las cosas pequefias, y despreciadas como ta- les, aparecen grandes, y entre todas ellas agrupadas entre si se forma una fuerza revolucionaria, que des— truye instituciones, derriba tronos y establece una anarquia permanente. Y esto es lo que vemos por des— gracia que esta sucediendo hoy dia en algunas nacio— nes, y muy especialmente en una, cuyo bien nos inte- resa mas que el de las demas ; pues la sola nomencla— tura de sus partidos y fracciones politicas, denominadas moderados, exaltados, conservadores, demédcratas , mo- ndrquico-demécratas, reformistas, radicales, ultra-ra- dicales, unionistas, cimbrios, fronterizos, montpen— sieristas, alfonsinos, legitimistas y otras, es bastante _ para comprender que esa nacion no es ya nacion, sino un cuerpo politico que entré en disolucion. Pues bien : 4 ese estado se llega cuando no se cor— tan los males en sus principios. El hombre politico que causa mas males 4 su patria, es el que profesa el falso principio de no hacer caso de pequefieces, de no impe- dir la formacion de partidos, y de no meterse con ellos, hasta que no se presenten con hostilidad manifesta, 6 como se dice hoy en la nueva nomenclatura, hasta que no se echen & la calle. Todas las violencias y tro— pelias, todos los robos y asesinatos que sucedan despues, son de la responsabilidad del mal politico, que profesa la doctrina condenada por la ciencia divina en el érden moral, y por la humana en el natural, de dejar que un roble crezca mucho y se robustezca, para enderezarlo. La ciencia natural ensefia que en ese caso, al querer en- ‘ & : ' 4
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