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280 pensables para la felicidad del pais. Al leerlos con de- tencion y pesar las cosas en la balanza de la razon, no podia menos el entendimiento de pensar lo mas malo: el pensamiento se iba, de las llamaradas del fuego sub- terraneo, al volcan; del volcan al crater, y del crater abierto al incendio general. Ni nos faltaron otras pruebas de esto mismo en los avisos que nos daban algunos parrocos, celosos 4 la vez del mantenimiento de la Religion y de Ja nacionalidad. Por ellos sabiamos, que viajaban clandestinamente al— gunos propagandistas , quienes recorrian las aldeas y los caserios en que estan divididas, dejando en todas partes un gérmen de descontento de las cosas actuales, y de aspiracion 4 un érden mejor de cosas, el cual ha— bia de venir con las reformas, que eran inminentes. Todo esto es histérico: el guagiro, como se llama alli al habitante de los campos, que no pensaba sino en culti- var su maiz, su arroz, su veguita; en cuidar sus hijos -y su mujer, y que no tenia mas afanes que su gallo y su caballo, este para viajar y aquel para divertirse los ‘ domingos, se vid acometido por otros cuidados muy di- ferentes. ;Cosa rara, pero verdaderamente propia de los revolucionarios! Mientras no faltaban quienes decian al Gobierno, que el Erario y el pais habian de ganar mu— cho estableciendo la contribucion personal, andaban predicantes por los campos, sembrando el temor de esa contribucion, y el odio contra quien la impusiese. Asi se concibe muy bien por qué no falté quien, una vez con- seguido del gobierno el planteamiento de esa contribu- cion, escribiese 4 los que lo entendian muy bien, dicién- doles estas palabras: Wstd hecho todo; hemos alcan— zado cuanto desedbamos.
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