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278 existian en la isla de Cuba, y al avisarle lo inminente que era alguna catastrofe, y sobre todo, una que no ha- ciamos mas que anunciar entre sombras. Cudl sea esta reflexion, se deja ver en los precedentes que han tenido lugar antes de la insurreccion. Se han dado bastantes consejos al Gobierno: se ha llamado 4 varios conseje— Tos. 4Eran aquellos sinceros? Los llamados, gtenian to- dos un fin recto? Esto es lo que se nos presenta como problematico al reflexionar sobre la situacion actual de Cuba. Cuando llegamos 4 la Habana en octubre de 1865, advertimos muy pronto que existia ya en el pais una especie de volcan oculto ; pero que daba ya signos de querer abrir su crater, pues se veian algunas llamara— das, que rompian como por casualidad la capa que las encerraba. Y no era casualidad, sino un intento muy advertido el que habia de que brillasen de vez en cuando esos fuegos fatuos, los cuales habian de producir un in- cendio. Tenia que estar ciego quien no quisiese ver eso. Habia en aquella ciudad un periddico llamado 7 Siglo, y bastaba saber cuantos suscritores tenia y cudn- tos ejemplares salian cada dia de sus prensas, para sos- pechar que su existencia era debida 4 un fin siniestro, y que el fin de ella era hacer una propaganda subver- sora del,érden politico que habia en el pais. Eran mu-— chos los miles de ejemplares que salian cada dia, esce— diendo casi en la mitad al nttmero de suscritores, y esto solo demostraba que el diario contaba con una fuerte subvencion, la cual tenia su objeto bien marcado. Mas claro aparecia esto, al examinar las doctrinas que se ensefiaban en sus columnas, las cuales parecia que querian rivalizar con las de “7 Heraldo de Nueva- York. Era diaria la predicacion sobre la necesidad de las reformas; y se adelanté tanto terreno, ora por efecto de lo mucho que se escribia por alla, ora, y mucho mas,
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