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como es la de los sacramentos ; yo hice examinar lo que habia ocurrido en la celebracion de uno, y descubri, por declaracion jurada de cuatro testigos, que el presbi- tero D. N. N. habia casado en su casa el veintisiete de agosto 4 un individuo, y que habia escrito en los libros parroquiales que lo habia casado el primerode setiembre, — previas las tres canénicas amonestaciones, siendo asi que no habia precedido ninguna. Yo of de los testigos intere- sados que dofia N. N. no se habia confesado ni habia co- mulgado, y lei en el libro de matrimonios que el par— roco decia que se habia confesado y recibido la comu- nion: el mismo p4rroco declaré por ante mi autoridad, que no habia percibido derechos, y que solo un tercero le habia dado una media onza; y habiendo interrogado a los interesados y al tercero, vi que me decian, previo juramento, que el tercero le habia entregado cuatro onzas de oro, y que habia oido decir dos veces al cura, que si no iban por delante las cuatro onzas, no los ca- saba, y al pobre interesado, que las habia tenido que pedir prestadas por que no las tenia. Todo esto es judicial, sabido por las declaraciones de los testigos y de los casados. En todo eso, no solo no se advierte, ni siquiera un vislumbre de virtud, sino que, lejos de ello, hay crimenes, y crimenes muy graves. Primer crimen: haber faltado 4 mi mandato, prohi- biéndole que hiciese en el lecho de muerte el casamiento de un hombre sexagenario, que no tenia sucesion de la mujer con quien se decia que habia vivido en contu- bernio ; segundo, haber pactado el matrimonio con el enfermo en cuatro onzas de oro, lo que es un contrato si- moniaco; tercero, haberlo casadoel veintisiete de agosto, y haber escrito lo contrario en los libros ; cuarto, haber faltado gravemente 4 la fe publica en esto, y en haber dicho que se habian proclamado y que habian confesado y comulgado, siendo asi que nada de esto era verdad,