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206° muchas contradicciones. Sabia él cuanto publicaban los libelistas contra mi, y jam4s me quiso decir nada: y afladiré que, aun cuando él era el Obispo y yo su subdito, hubo ocasiones en* que me dijo que eran mu- chas las cosas que en escritos anénimos le denuncia— ban contra m{; pero que eran tan inverosimiles y tan opuestas 4 lo que todos veian y sabian, que ni aun ha-: bia querido darme el mal rato de que las supiese. Esta vez, al contestarme, me dice en. pocas lineas la historia de muchos ailos, y es como sigue: «No he escrito 4 V. durante este tiempo, porque co- nociendo por esperiencia los folletos y difamaciones, no queria saber nada mas de lo que V.-me dijese; y como V. no escribia , respetaba su silencio. Enterado ahora por V., siento los disgustos que debe haber sufrido, y me alegro que Dios me sacase tan 4 tiempo de aquella didcesis, que es un potro para todo Prelado, porque no sabe uno cémo obrar. Si deja uno correr las leyes del patronato, no puede uno en muchos casos aquietar su conciencia; y si se opone, lo atropellan.,, sin el consuelo del apoyo, como sucede en la Peninsula, de la Nuncia- tura. Desde que el Sr. N. puso en su legislacion ultra- marina la célebre circular 4 la antigua Audiencia de Santo Domingo con la invencion de que el Rey es el vicario del Papa en Indias, previ que podia llegar un caso como el que ha sucedido.» Estas frases del Sr. Arzobispo difunto de Tarragona, mi digno predecesor, debian escribirse con caractéres deoro. Si hubiese tenido conocimiento perfecto de cuan- to ha ocurrido desde que él se ausenté de la Habana, es seguro que habria derramado lagrimas, viendo que los acontecimientos habian escedido en muchisimos gra- dos 4 lo que 61 mismo me anuncié, en fuerza de su cri- terio delicado, el dia 25 de mayo de 1865, hall4ndome yocon él en su palacio de Tarragona.
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