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. ' 205 solo afiadiré en este particular, para honor de quien lo merece, que habiendo venido 4 esta para conferenciar con el Gobierno, la muy catélica Reina dofia Isabel, sa- bedora de los conflictos continuos que habia'en mi dis- cesis entre las dos autoridades, dispuso que el Sr. Nun- cio apostélico, Mons. Franchi, la presentase un pro- yecto de Concordato para las iglesias de las Antillas; que se tuvieron varias conferencias, 4 las cuales asisti yo mismo con otro eclesidstico perteneciente al Tribu- nal de la Rota, y que todo se hubiera arreglado sobre bases muy sdlidas, 4 no haber sobrevenido la revolu- cion de setiembre. Las cosas quedaron lo mismo, y des pues se han nen VI. Cuan dificil sea el gobierno de la didcesis de la Ha— bana, lo sabe quien quiera que lea estos antecedentes. Faltando las circunstancias que hemos descrito para el uso legal, sobrio y moderado del patronato y de los ho- nores que le son anejos, nos atrevemos 4 decir que seria preciso un angel para ser Obispo. -Hemos trascrito ar— riba la carta del dignisimo Prelado , que lo fue diez y siete aiios de la Habana, en Jo que concierne 4 las cam- panas ; ahora vamos 4 trascribir el texto de esa misma carta, que sirve de preambulo 4 lo que nos decia sobre el objeto del.conflicto. Y al hacerlo, debemos decir que dicho Prelado era de un entendimiento muy despejado, de un criterio muy certero, y que defendia las cuestio— nes de derecho eclesidstico con denuedo, con gran lé— gica, y con un saber poco comun de los Canones de la Iglesia y de las leyes de Indias. - Habia pasado este Prelado casi trece afios de amar- guras, devorando en un santo silencio cuantas calum- nias puede inventar la malicia humana, y sufriendo
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