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203 trar, y he visto en su entrada que se han tirado vein- tiun cafionazos, pero no se ha tocado ni una esquila. Son innumerables las veces que los he visto entrar en la catedral y en otras iglesias, y 4 su llegada se ha to— cado por la banda militar la marcha real, pero jamas se ha movido ni un badajo de una campana. Y esto que he visto yo, lo han visto todos los habitantes de la ciudad, ‘Y al hablar de esa materia, gquién la puede saber mejor que un eclesidstico? ,Quién puede dar razon de las costumbres de su iglesia y de su didcesis mejor que un Obispo? Las mismas dudas que se les presentaban 4 los curas, cuando los encargados de las fiestas iban 4 de- cirles que tocasen las campanas’ la legada del capitan general, la consulta que elevaban 4 su Obispo por telé— grafo, gno eran un argumento de que no existia me- moria de semejante costumbre? gNo lo era de que nadie sino el Obispo tenia potestad para mandar otra cosa? Y era esto muy obvio: esa especie de moda que se habia introducido de salir los capitanes generales 4 vi- sitar los pueblos, no se debe sino 4 la existencia del va- pory de los ferro-carriles: la dificultad y pesadez de los viajes antiguos no era lo mas atractivo para que los ca- pitanes genetales diesen muchos Viajes. Son modernos _ esos usos, de los cuales nada diré respecto de la utilidad que podian ocasionar 4 los pueblos: solo tengo autoridad para decir que, emprendidos algunos: en tiempo sagrado de Cuaresma, eran la destruccion legal del ayuno, de la abstinencia, del recogimiento propio de ese santo tiem- po, y hasta cierto punto de la moral cristiana,y aun puede decirse que eran contrarios 4 la misma represen— tacion de la Corona, pues no sé podia hacer visitas de ese género, sin que cada dia hubiese bailes, saraos, con- vites y almuerzos, én los cuales se faltaba piblicamerite delante del que se llama protector de la Iglesia, y con
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