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171 paiiol, repito, que en noviembre de 1866, en reverente esposicion que elevé 4 S. M. la Reina dofia Isabel, le anuncié que por efecto de grandes faltas y de innume- rables escesos, iba quizas 4 suceder en esta Isla lo que esta sucediendo, y en marzo de 1868 dijo en comunica- cion al ministro de Ultramar que, quizds por las mis- mas.causas y por ciertos atropellos que en aquella épo- ca sufrieron algunos parrocos de mi didcesis y mi pro- pia persona, se acercaba la época de una catastrofe, que llorariamos todos con lagrimas de sangre; y que enton- ces se diria, cuando no tenia remedio, que el Obispo de la Habana era como aquellos hombres, que anunciaban 4 los Reyes de Israel que los castigos eran inminentes, y se les tenia por locos, y no sé les hacia caso, ni aun se les creia cuando habia sobrevenido el castigo. Como Obispo espaiiol cumpliré con el derecho que me asiste de lavar esta injuria ante la sociedad entera, pues obran documentos que acreditan mi proceder, no solo en mi poder, sino en los archivos del Gobierno (1). Un deber tendria que cumplir, Excmo. Sr. , al se- pararme de mi didcesis por la fuerza y la violencia que V. E. ejerce sobre mi persona. Bien debe V. E. saber cual es este deber. Nuestro Sefior. Jesucristo mandé 4 sus Apéstoles que cuando fuesen 4 una ciudad y no los recibiesen en ella, se saliesen, y, al hacerlo, sacudiesen sus sandalias, diciendo: Ni el polvo que se nos ha pe gado de esta ciudad queremos llevar ; y les aseguré que cuando llegase el dia de juicio para aquella ciudad, seria tratada con mas rigor que Sodoma y Gomorra. Aunque el mas indigno de todos bajo todo concepto, tengo la honra, dispensada 4 mi pobre persona por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostdlica, de ser sucesor de los Apéstoles. Arrojado, pues, por V. E. de (1). Apéndice 2.°

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