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ae 109 ticia, y declarar la verdad de todo. Le contesté que yo no tenia derecho 4 apoderarme de aquello, ni él debia hacerme entrega del escrito y lo demas por constituir eso un acto de felonia contra aquellos que le habian con- fiado sus secretos: le manifesté que no me importaba un ardite la publicacion del libelo, y le encargué que me trajese un ejemplar para hacer yo lo que tenia de- recho 4 hacer, que era acudir al gobierno. Y, en efecto: al siguiente dia se me'entregé, y en el acto fui en per- sona a presentarlo al sefior duque de la Torre, quiena su vez lo envié al ministro de la Gobernacion para lo que procedia. Debido fue sin dudaal celo de dicho se— fior ministro que el libelo no circulase por entonces; pero dos meses despues fue distribuido por miles en la Habana, con escindalo de mis fieles. -Y ano lo habia de haber? Afirmaban los libelistas que el Obispo se habia guardado nada menos que 250,000 duros, dejados por una sefiora cuyo nombre y donacio- nes ponian los libelistas en nota aparte, cuando veian elevarse ya concluidas las iglesias hechas con esas can- tidades, y en especial una, que no se hubiera hecho con toda esa cantidad, si se hubiese adoptado para su cons— truccion otro sistema diferente,del.que se empled. Fue este el ultimo libelo, al enal sucedieron despues las hojas volantes, que empezaron 4 aparecer al poco tiempo, como se vera en el ultimo parrafo de esta obra. Diré aqui, para conclusion de este apéndice, que ese sis- _ tema, asi como el de estar propalando en Espafia y en Cuba noticias inventadas y calumnias sin fin , ha pro— ducido el tiltimo resultado en el-atentado cometido el 12 de, abril, asi como ha llegado 4 hacer que en la Penin— sula misma muchas personas hayan podido poner en duda la integridad y la buena fedel Obispo de laHabana. Salian de Madrid las hojas sueltas, como sucedid en agosto de 1869, y en febrero de 1870, y hace cuatro me-

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