BCCPAM0001173-3-0400000000000

105° ner Kieati disidencias de los fieles. Se habia consegui- do que una parte de los disidentes se arreglase , dando palabra de hacer ciertas cosas que se les exigian; y como aquel Obispo venerable los conocia mucho, me dijo: «Hay que aprovecharse de esta coyuntura, y no dejar que esta gente se siente a tratar entre ellos del asunto; porque es seguro que, si lo piensan mucho, lo echan. todo a perder por sus cavilosidades: son muy dificiles. de gobernar estos hombres, y no se comprende cémé esta gente-es tan suspicaz y tan voluble.—Muy -senci-— lo es el comprenderlos, le dije yo, 4 mi modo de ver: si se escepttia la casta de los arroceros que trabajan los arrozales, y los parias que se dedican al servicio en las casas, todos los demas pasan el tiempo en conversacion, sin hacer nada en todo el dia: en este pais, le dije, en el 6rden de la naturaleza hay hombres y mujeres; pero en el de la ocupacion y en todo lo demas, yo veo que todos son mujeres. No tienen ningun quehacer; y han de pasar el tiempo én hablar, en. murmurar, en cavi- lar, como sucede 4:pean sin educacion y desqueha— ceradas. » _ Nodescribo con ‘ate niaun en sombra lejana, las costumbres de Cuba; pues, lejos.de esto, tengo que decir de sus habitantes cosas sorprendentes, de fas cuales es dificil encontrar asimilaciones en otras partes. Los que estan descritos en la precedente anécdota son los libe— listas, losanonimistas,los que estaban ya trabajando, aun cuando no habia yo llegado 4 mi didcesis en 1865, y no han cesado de hacerlo ni aun ahora, que me hallo en esta de Madrid, como lo vera quien lea esta narracion. A los siete dias de mi llegada4 la Habana, estando en Matanzas el 4 de noviembre, me trajeron el correo de la capital : eran las ocho de Ja mafiana, una hora antes de ir 4 celebrar de pontifical en honor del glo- rioso San Carlos, Patron de la ciudad. Llamé mi aten- ay, =

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz