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> A visOS 36 37 38 ¿No veis que el conseguir esos cambios de maestros resultan poco menos que impo- sibles para las razas que viven sometidas a otras; puesto que el empeño mayor de la raza dominadora es destruir la lengua de la raza dominada? —Veo realmente esa casi imposibilidad; pero también yeo que seme- jantes: imposibilidades desaparecerán como por ensalmo desde el momento en que los patriotas se ynan y quieran luchar acordes por la restauración de la lengua. Creedme, señor mío, que la lengua de un pueblo caído no perece tanto por las arbitrariedades y ti- ranías de la. raza que lo domina, cuanto por la incuria, abandono y desunión de la misma raza avasallada. Mas en, tanto que llegan las cosas a tér= mino de poder enseñar a los hijos la lengua nacional, ¿qué deberá hacer el padre patrio- ta? —Tnfundirles entrañable amor hacia ella y vivísimo deseo de 'aprenderla en la pri> mera ocasión que se ofrezca, y repetitles mil veces que la lengua que él y ellos ha- blan es lengua extranjera, lengua de otra raza que aspira a destruir a la suya. ¿Cabe esta imposibilidad de enseñar a los . hijos la lengua patria en los padres que tienen criadas o amas de leche? No, se= flor; porque estos tales bien pueden pro» porcionarse amas y criadas aque hablen la

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