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apetitos, abandonaron el claustró, marcharon como .abo- minables apóstatas á ese gran mundo á escandalizar con vicios , y corromper con sus perversas máximas contra el Altar y el Trono, á despedazar el honor de su madre la Religion y á...... Pero ¿á donde me lleva mi celo afligidor, Dios mio?.... Basta. ¡ Vosotros conoceis PP. y hermanos mios, que no exá- gero, que digo la verdad, que nada mas he hecho que formaros un bosquejo de los males tan lastimosos, tan des- honribles, tan!!! que aquejan, oprimen, afean actualmen= te el estado religioso , tan brillante , tan hermoso en otros tiempos, y en el dia el mas útil, el mas necesario á la restauracion y prosperidad del Altar y del Trono. Y bien ¿podremos nosotros reparar daños tan lamen- tables? ¿podremos regresar á aquel estado de observancia tan puro, tan sublime, tan... que hacía á los Capuchi- nos el objeto de la edificacion, respeto, predilección de los Reyes y de las naciones ? ¿Disfrutaremos los frutos preciosos de la paz santa, amable y verdadera que nues- tros predecesores? Mucho la dudo: muy dificultoso lo mi» ro (hablo con franqueza ) pero en verdad posible nos es: el medio es poderoso, indefectible: vivamos en paz com nuestro Dios, aborreciendo todo pecado: tengamos siem- pre presente que unos defectos leves, unas faltas veniales, casi imperceptibles , han sido las que minaron insensible- «mente la fortaleza robusta de la virtud de algunos religio= sos que en un principio fueron fervorosos, seráficos , has= ta verla demolida á la violencia de los ataques mas ver- gonzosos y abominables. Escarmentemos pues en cabexa age- na. Convenzámonos que primero se juntará el cielo com la tierra, y la luz con las tinieblas , que Dios tenga paz con el pecado. Aborrezcamos pues toda relajacion , toda inobservancia; todo pecado: jamas le damos entrada en nuestro. corazon, nunca le tengamos deliveradamente apego, aunque sea leve. Si nos resolvemos (como podemos y de- bemos) á la práctica constante de este medio , seremos fe=