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terios! Cónfundidos en la presencia de la Magestad de ¡Dios , todas las grande- zas de la tierra les parecian un átomo: los libros santos eran «su cotidiano con- suelo; hallaban en ellos aquella pene- tración , aquella grandeza , aquella divi- na energia , que no puede ser obra del espíritu del hombre : las verdades santas puestas en nuestras bocas no les pare- cian menos dignas de su amor y de sus ansias , y nuestros Madrileños les vieron con alegria en nuestros. templos entre la multitud de los adoradores, .venir á acre- ditar con la magestad de su presencia la dignidad de nuestro Ministerio , y el res- to debido á la palabra de que somos los Ministros... <> i a ” >, > . «114 La 7 per abi e EJ t r é - Sus interiores sentimientos no. desmen- tían á estas obras públicas : bien lo sa- beis vosotras, Virgenes santas de Ma- drid, piadosas depositarias de sus mas secretos movimientos. ¡Qué conversacio- mes tan edificantes! ¡Qué obras de pie- dad! ¿La austeridad de vuestro retiro, que tanto suavizais con vuestro feryor , no se aliviaba tambien con la magestad de sus visitas? Pedid por nuestra salvacion, os decian muchas veces , pedid por nu- estra eterna felicidad. | | Esta se la aseguraban todos los. dias con