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XXXVI paña : dirigian al Cielo lás súplicas mas fervorosas, para que bendijese los cui-= dados de los Pastores mas zelosos, y de la parte mas sana de la nacion; pero como sabian, que es necesario que haya seescándalos en la tierra, nuestras domes. ticas turbaciones , aunque afligieron su «orazon , ni desanimaron su fe, ni alte- raron su rendida sumision : vos ¡ó Dios mio! habeis puesto límites á los males de nuestra santa Iglesia , obgeto eterno de vuestro amor ; de esa Esposa queri- da, que adquiristeis á costa de toda la sangre de vuestro hijo: de nuestra turba- cion y obscuridad habeis sacado el sosie- y la luz; siempre aun en vuestra in- dignacion , os acordais de vuestras mise- ricordias : ¿cuando sucederán en el nue- yo mundo los dias paeíficos y serenos á los dias desgraciados que “toleran hoy? ¡Ojala se les anticipen nuestras ra ¡Ojala podamos nosotros ser felices-tes- tigos de ellos, para que solamente se de- ribe á nuestros sucesores la historia de- ble de nuestras disensiones. | La piedad de los Reyes. Padres, aun- que sencilla. y. y fué exacta y re- gular: la fe pide obras, y es vana cuan- do se vive mal. ¡Con qué profunda re= em llegaban á recibir los Santos Mis- terios!

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