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los de su Córte como temblando , casi no se atreviesen á levantar la vista pa- ra mirarles, ni que estubiesen temiendo faltar al respeto, aun con el mismo ex- ceso de sus veneraciones ; aun estaba mas desterrada de su Palacio la adulacion, que el temor ; asegurados de nuestros co- razones no deseaban nuestras alabanzas; eran verídicos, francos, naturales; como nunca habian hablado el idioma de las Córtes , siempre le oían con disgusto ; ja- más se “observaron en ellos aquellos terri- bles instantes , en que suele ser cosa tan peligrosa el acercarse á los Príncipes ; su afabilidad y agrado quitaba en nosotros el temor que la magestad infunde ; todos los instantes eran los mismos que noso- tros pudieramos escoger; al acabarles de tratar, cada uno se hallaba distinguido con alguna señal particular de sus bon- dades , y siempre se contaban los respe- tos que se les tributaban , por las demons- traciones que ostentaban de benevolen= cia. ¡Qué cosa tan rara es saber ser gran- de, y no hacer padecer con la grande- za á los que dependen de nosotros! Au- gusta Reyna, que la Providencia nos dis- pone ,destinada á acompañar en el Pro- no de sus Padres al ídolo de los Espa-= ñioles , ¿por qué habrás sido privada de aL o tan

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