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XXXI. yuestros altares sacrosantos pedir la sa- lud y la gloria de Fernando , á quien el Dios de sus Padres acababa de sacar del cautiverio , y colocarle en el Trono de su mismo Santo : vosotros los: visteis , que como aquel anciano venerable de Jerusa- len , despues de sus ojos habian visto d su precioso Hijo reasumir entre tantos obstáculos y tan poderosos, los derechos sagrados de la Monarquia, en los que se eimenta el honor de nuestros Reyes, y la felicidad de sus vasallos, manifestaron á la faz del mundo entero, que yá no tenian amor á la presente vida 5 y que O su disolución , y estár con Cris- to, por no quedarles q anhelar 20 en la tierra uno TSE 8 -—¡Ó dia feliz, y cuantas a -no$ preparabas! No se enjugarán tan facil- mente , con especialidad en vuestros ojos, ¡Ó afligidas Princesas de Luca , y de las dos Sicilias, á quien la presencia de una Madre tan amada, trajo desde vuestras Córtes hasta Roma! Ibais corriendo á res cibir sus amorosos abrazos, y os hallas- teis con sus últimos suspiros ; empleas= teis con ella los mayores cuidados, dán= dola mayores muestras que nunca de vu= estro amor; pero esto era tributarla yu- estras últimas obligaciones. De este mo- E do