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XXX muestro Fernando, y que ahora sirve de * asunto á su elogio, el que aceleró nues- ira tristeza y nuestro luto? Sabian bien estos Señores, que los que una vez se han acostumbrado á dominar , con difi- cultad dejan el mando de las manos, y pesando en la fina balanza de su juicio las circunstancias políticas de la Euro» J2, y mas em particular las de nuestra onarquia, y anteponiendo la felicidad de sus antiguos vasallos , y. de su fami- lia muy amada á ciertas sugestiónes tan impolíticas , como injustas , resolviéron su eterna estabilidad , prefirieron su per- manencia en Roma, en esta antigua Ca» del mundo, á las horribles con- wvulsiones que pudieran alterar da tran- quilidad de su adorado Hijo, si ni aun pro. exalar. su espíritu se hubieran de: o ver entre nosotros. ¡Ó dulce y amado Benjamin: que tubiste la gloria de presen» ciar su conformidad á las disposiciones de la Divina. Providencia , y su constan» cia en- Jos trabajos; ¡ó Romanos! «que fuisteis testigos de los últimos años de su vida, de su caridad ardiente, desu universal 1 Ja magnanimis dad conque perdonaban las ofensas, y favorecian á sus mas declarados antago- nistas ¿ vosotros los yisteis á los pies de yues- e + > e