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XXVI tras desgracias , sus desgracias ó su for- tuna, y olvidandosé de su antigua suer- te, no conocieron otra mas que la de la Monarquia : unidos por la sangre,-ó por la amistad y correspondencia á la mayor parte de los Soberanos de la Eu- ropa, nunca lo estubieron con el cora- zon sino á la España ; y enmedio de los terribles acontecimientos suscitados por la astucia , y por la fuerza del enemigo de los hombres, los lazos políticos y apa- rentes de amistad, con que parecia €s- tarle unidos , no sirvieron mas que de dar un público testimonio de su amor á los Españoles en tiempos mas felices. De esta verdad que parece una para- doxa , son solamente susceptibles las Testas coronadas , los sábios políticos y diplomáticos , los hombres grandes: nuestras historias les darán el honor se merecen, y entre los Grandes Sobera- nos que han: con gloria: nuestro Trono , les opondrán unos ejemplos que realzarán su mérito y su excelencia. - Carlos 1 conoció su recíproco zelo por la exaltacion gloriosa del Estado, y se”les «pa “con una amistad, -y Una con- fianza, "duraron hasta su muerte. Nadie “ignora el amor que este gran Rey tubo á los or de Asturias, ni la euas | esti-

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