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DIA SEGUNDO. 73 Tercera. Por último es menester tener entendido que á la re- nuncia efectiva de todo, y al uso moderado de todo ha de acompañar la sumision y dependencia de la prelada en el uso de todo. Sí Señoras. La mano de la prelada es de quien hemos de recibir las, cosas de que usamos: su mano es el conducto para que lleguen legítimamente á nosotros : su voluntad ha de ser la nuestra, y de'ella he- mos de depender para que nos conceda ó niegue lo que, segun la santa regla y constituciones de la órden, debe conceder ó negar. Todo otro conducto es vicioso: todo otro camino es torcido: tomar otras sendas, será parar en un extravio, y perderse para (siempre. Su mano es la que debe añadir, quitar, mudar, destinar y distribuir los bienes de la comunidad, segun la necesidad de cada una. La mas mínima cosa que por aquí no vaya, seria una propiedad ó un hurto: cualquiera resistencia, cual- quiera murmuracion , cualquiera sentimiento, queja ó recurso, seria un delito, siempre que la prelada obrase prudentemente, como vamos suponiendo; porque si la faltase esta virtud , así como no estaria segura en con- ciencia la Religiosa, aunque tuviera licencia de la pre- lada para cosas supérfluas, demasiadamente preciosas, ó para gastarlas en juegos, en vanidades ó regalos poco decentes; de la misma suerte, si la imprudencia y ne- cedad de la prelada llegase hasta el extremo de negar las cosas absolutamente necesarias á la vida, á la de- cencia en el hábito religioso, y á los cargos precisos de la oficina que la hubiesen encomendado, no pecaria la Religiosa ni contra Dios, ni contra el voto de pobreza en procurar el remedio de su extrema necesidad con los bie- nes del monasterio. No tratamos, pues, de estos casos extraordinarios; hablamos ahora de lo que ordingria- mente puede acontecer, y decimos, que toda ocultacion maliciosa, toda relacion dada en los desapropios con co-

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