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DIA SEGUNDO. 61 un vacío inmenso en mi corazon: éste no debe tranqui- lizarse, éste no puede saciarse hasta que vea á su Dios, hasta que posea á su Dios. ¡Qué infeliz serias, alma mia, si caminaras á tu fin con menor ímpetu que las piedras, con menor rapidéz que las aguas de los mios, con menor presteza que las llamas del fuego! ¿Cómo no te avergúenzas de que te venzan las criaturas insensi- bles en caminar'á su fin? ¿No ves cómo un peñasco movido de su lugar, y cayendo de lo alto, arrolla y des- pedaza cuanto encuentra, y con un espantoso ruido vá rodando por el monte hasta llegar á lo mas hondo del valle, donde entero se aquieta, 6 hecho pedazos por los choques con los otros peñascos, se sosiega? ¿No ves como nada le detiene? Todo lo desmenuza y quebranta por desembarazarse de los estorbos que le impedian llegar á su centro. ¡Ay Dios y Criador mio, centro, término y fin mio! ¿Cómo no me confundo al mirar correr con mas ímpetu á su fin á los peñascos insensibles, que á mi alma llena de sensibilidad ? ¿Cómo ellos me vencen en desembarazarse de los estorbos que les retardan el fin, y yo teniéndole infinitamente mas perfecto, mas levan- tado y sublime, no los aparto, ni los arrojo, ni los se- paro de mí sino con lentitud, con tibieza y remisamente? Estorbo es el apego á las criaturas: estorbo el deseo de las comodidades de la tierra: estorbo los resentimientos que tomo por no hacer mi voluntad : estorbo la pena por no haber cumplido mi gusto: estorbo la inquietud, el desabrimiento, y las venganzas que medito por el agra- vio figurado ó verdadero que me han hecho: estorbo son mis pasiones, que no las reduzco al órden en que ellas mismas contribuyan para mi salvacion, sino que las dejo ser mi martirio en la vida, y mi tormento en la eterni- dad. ¡Oh qué locura tan digna de llorarse con lágrimas de sangre! ¿Cómo podrás tú, alma mia, decir con el Psalmista: en paz en el Señor dormiré y descansaré? ¿Cómo podrás asegurar, como San Pablo, que ni la tri- bulacion, nila angustia, ni la hambre, ni la desnudéz,