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DIA PRIMERO. 53 ahora obrar el bien, y apenas puede: desea apartarse del mal, y casi no lo consigue. La concupiscible, que solo apetecia lo justo y razonable, ahora se abalanza á4 lo mas estrepitoso y desordenado: la irascible que obraba cosas grandes con presteza y con valor, ahora inflamada se arroja á los precipicios con el mayor des- enfreno. Todos trepamos al bien con un notable afan: todos nós deslizamos al mal con una innata propension. ¡Quis me liberabit de corpore mortis hujus? ¡Quién, decia el Apóstol San Pablo, confesando esta verdad, quién me librará del cuerpo de esta muerte? Voy á ha- cer el bien, y no sé cómo: quiero huir del mal, y ape- nas puedo. Esta misma verdad confesaban con hechos ilustres aquellos hombres irreprensibles, aquellas muje- res santas, cuyas imágenes veneramos en los altares. ¿Qué nos quiere decir San Jerónimo golpeándose el pe- cho con una piedra, sin embargo de que se hallaba reti- rado en un desierto? Zlias homo erat, símilis nobis passibilis. Que era un hombre como lo era tambien Elías, y ambos necesitaban de la mortificacion. ¿Qué nos significa mi Seráfico Padre San Francisco, revol- viéndose desnudo sobre la nieve, y acostándose en otra ocasion en una cama de carbones encendidos? Zitas homo erat, similis nobis passibilis, Que como hijo de Adan necesitaba de la penitencia, para reducir sus pa- siones á lo justo. ¿Qué nos dice San Benito arrojándose entre las zarzas y las espinas hasta derramar copiosa sangre? Elias homo erat, similis nobis passibilis. Eligió el Santo la afliccion de su cuerpo, porque su alma no pa- deciese detrimento. ¿Qué nos predican las espantosas ma- ceraciones de los Estilitas, los Pablos, los Antonios y los Pacomios? ¡Ay, Señoras! Lo mismo que las penitencias de las Teresas, Magdalenas de Pazis, Margaritas de Cor- tona, Catalinas de Sena, Jacintas de Mariscotis, y otras innumerables: todos nos dicen que la sentencia está dada, y Jesucristo nos la intima á todos sin tergiversa- cion , ambigúedad ni duda: Visi penitentiam egerilas, 5