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DÍA PRIMERO. 39 MEDITACION SEGUNDA Que debemos “Gar á Dios por ser sumamente: bueno. Considera, alma mia, que la razon te dicta, que la voluntad humana no ama sino el bien verdadero, ó lo que bajo algun respeto ó apariencia se le representa como bueno. Cuando ama lo malo, no lo quiere en cuarto malo, sinó porque viene el mal encubierto con el vestido del bién; y pervertida la voluntad con este disfraz enga- ñoso, se aparta de la rectitud, no amando lo malo, sino siguiéndolo como un aparente bien que sé la representa. Juando el mundo propone á la voluntad sus deleites, sus placeres, sus honras, sus pompas y vanidades, la razon despejada. conoce 4 las primeras reflexiones su aparien- cia; su verdadera malicia, y la engañosa falsedad con que dan la muerte al alma, brindando con el placer del- cuerpo; pero ofuscada la luz de la razon por las nieblas de las pasiones, se abalanza voluntariamente 4 un úral eterno; que mira como distante, por gozar el bien tran- sitorio que descubre tan de cerca. Así habla Ja razon; ¿pero cómo se explica la fé divina? ¡Oh, alma mía, qué desgraciada serias si no escuchases su voz! Ama el bien, dice, pero el bien verdadero, el bien eterno, el bien sumo, el bien infinito: ama á Dios, que es solo el bueno, el santo, el justo, el eterno, el hermoso, el sábio, el digno objeto de ta amor. ¿Lo has oido, alma mia? ¿Serás tan insensata que, amando el pequeño bien que se halla en las criaturas, no ames el sumo bien que es su criador, y de quien dimana el bien que tienen ellas? ¿Si don ama- bles por el bien que participaron , no deberá serlo infini- tamente más el Señor que contiene esencialmente en sí todo el bien? ¡Oh, qué trastorno de las luces de la razon y de la fé seria obrar de otra manera. No, mi Dios, de- bes exclamar alma mia, no es ya mi ceguedad tan grande, que no perciba vuestra luz; con ella espero 'co= A
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