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DIA PRIMERO. 25 nes! ¡Cuántos llamamientos en los confesionarios! ¡Cuánto desengaño en los libros! ¿Y de nuestra parte, qué méritos presentamos para esta divina vocacion? ¡Oh Dios de amor y misericordia infinita! Resistencias de parte del corazon, dificultades de parte de la voluntad, estravios de las costumbres, y olvido de los beneficios del Señor. Si Dios hubiera llamado con los mismos auxi- lios 4 tantas otras doncellas como vosotras conocísteis, ¿le hubieran resistido tanto? ¿Le hubieran detenido á las puertas de su alma por tantos dias, meses y aun años como vosotras, sin darle entrada, ni aun siquiera responderle? ¿ Hubieran pasado una juventud poco mo- rigerada, y acaso llena de desórdenes? ¿Hubieran en- tregado su corazon al amor de las criaturas, oyendo tan dulces voces del Criador? ¡Oh cargo durísimo el que nos espera! ¡Oh juicio terribilísimo el que nos aguarda, si no correspondemos con una fidelidad sama al imponde- rable beneficio de nuestra vocacion! Sí, Dios mio, de- beis decir con David: yo conozco lo que habeis hecho conmigo: Vos me habeis formado: Vos habeis puesto la mano de vuestra adorable providencia sobre mí desde mi infancia: yo quiero agradecer este benefico que co- nozco: yo convido al cielo y á la tierra, á los Angeles y á Jos hombres, para que entiendan cuánto bien ha he- cho Dios á mi alma; yo quiero resolverme, y efectiva- mente me resuelvo á dejar mi tibieza, y no emplear las potencias de mi alma; y los sentidos de mi cuerpo, sino en conocer, amar, servir y obedecer, á tan magnífico Bienhechor: estas son las resoluciones santas que debe tomar una alma agradecida a! beneficio de su vocacion. Pero no habeis recibido sola esta gracia, tambien la ha acompañado la (fracia de preservacicn. El santo Rey David, como me oísteis al principio, no solo reconocia el don de Dios de haberle llamado des-

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