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DIÁ DECIMO. 38] nado. ¡Qué pensamiento tan sencillo! ¡Péro qué sólido, qué verdadero! Acordaos del mundo 'que habeis dejádo para aborrecerle: primer consejo. Acordaos de la Religion á que habeis venido para amarla: segundo consejo: Acor- daos del fin para que Dios os ha llamado para conseguir- le: tercer consejo. No dudeis alcanzar la perseverancia en la virtud, practicarido estos tres consejos que 0s doy en nombre del Señor. ¡Dulcísimo Jesús! por la sangre preciosa que por nos- otros derramásteis, y por la pasion “y muerte (que por salvarnos padecísteis, os suplicamos nos concedais la gra- cia eficaz con que vivamos en vuestra amistad, y con ella terminemos felizmente nuestra péregrinacion sobre la tierra. Estó os suplicamos, pegado nuestro rostro con el suelo, y poniendo por intercesora á María Santísima, con cuyo patrocinio voy á demostrar el importante asun- to que acabo de proponer. Op SI Los divinos oráculos, venerables Religiosas, qué pro- nuncian las santas Escrituras contra los reincidentes en el pecado, hacen verdaderamente extremécer á cuantos los consideran. En una parte llaman malditos 4 los que no permanecen en la observaricia de 1ós' preceptos de la ley (1) En otra dicen, que'el que pone la mano en el arado y mira atrás, no es 4 propósito para el réino de Dios (2). Aquí se nos dice: menos mal és no haber cono: cido el camino de la justicia, que volver atrás despues de haber andado por él (3). Allí se nos habla con estas pa- vórfosas expresiones: parece imposible que los que una yez ) (1) Maledictus qui non permanent in sermonibus legis. Dent. e. 27, (2) Luce c. 9. (3) Melius erat illis non cognoscere viam justilia, quam post agnitioyem retrocsum convertí. Ep. 2. Petri, c. 2, 4.21, *
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