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DIA DÉCIMO. a 365 no tor nuestras fuerzas. "No es enseñado sinó infadido: no s6 aprende sino de gracia: de lo alto se recibe, poro en la verdad los que le buscan le hallan;'mas no” tanto porque le buscan cuanto porque Dios se le dá, y no tanto por la solicitud del que le busca, sino por-la ¡gracia del que lo dá. Debes no obstante, alma mia, ayudarte y disponerte para “alcanzar este santo amor con grande pureza del corazon, bien persuadida de que un licor tán precioso y celestial no se infundirá en yasos súcios é im- puros. Debes decir con el Apóstol: limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu. Debés repetir con David: cria Señor en mi un corazon limpio, y confírmame con tu espírita principal. Con muchos suspiros y lágri- más, con ánsias afectuosas y gemidos tierños debes dis: poner la limpieza de tú corazon, para que recibas en él tan puro y santo amor. Debes, alma mia,'no solo: lim=' piarte de toda culpa, mas tambien desterrar todo imper- tinente'cúidado, toda aficion terrena, todo deseo inquieto y desasoseyado que te distraiga y ocupe tus potencias, apartándolas del sumo bien. Su amor es aquel uno hecé- sário qué debemos buscar, separándonos para conseguirle de cuanto nos separe de Dios, nos retarde ó dificulte su infinita comunicacion. Segun la pureza de mis manos me dará Dios el galardon, decia el Santo Rey David ; y segun la limpieza de mí alma se me dará el espíritu. De- bes procurar no solo esta limpieza, sino añadir á ella el deseo y práctica de lás virtudes, porque mas le atraen las obras que las palabras, la limpieza que los sacrificios, y la humildad del que devotamente la pide, que la impor- tuna locuacidad del que continuamente lo solicita. Abrí mi boca y atraje el espiritu, decia el Real Profeta David. Los fervorosos deseos son la boca del corazon: él habla por ellos, y ellos manifiestan delante de Dios la sencilléz, la pureza, la humildad, la verdad del que ruega, y en ellos descubre Dios tambien el interés, el dobléz, el en- gaño y la hipocresía del que pide. ¿Oh cuántas veces se miente la iniquidad á sí misma, aparentando en lo exte-

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