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DIA DÉCIMO. 349 los cuchillos y las espadas, bramen las bestias; derritase la pez, la resina y el plomo; enfurézcanse los verdugos; irritese el infierno; todo cederá á la fuerza del amor. Re- nuévense los martirios, sigan atormentando á los Santos Mártires un siglo, otro y otro siglo; el amor apagará el fuego, enfriará el plomo derretido, amansará las fieras, convertirá los tiranos y los verdugos, y hará invencibles los niños, las doncellas, los ancianos, y todos los corazo- nes en que arda. ¡Oh poderoso fuego, y si le enviases, Señor, á mi alma, en qué poco tendria las cosas que ahora me dan pena! ¡Qué poco estimaria las que ahora busco! Ven á mí, fuego divino, y abráseme yo en ti. Tú ba- jaste á Dios á la tierra, sube mi alma al Cielo. PLATICA DEL APURO DE UNA RELIGIOSA IMPERFECTA EN EL JUICIO DE DIOS. Statutum es hominibus semen mort, post hoc autem Judicium. Ep. D. Paul. ad Hab. cap. 9, y. 27. El decreto está dado , venerables Religiosas; él es ir- revocable. Ya reflexionamos ayer sobre la muerte triste y pésima de una mala Religiosa, y su memoria nos llenó de horror y espanto: Ya consideramos tambien el tránsi- to dulce y precioso de una buena Religiosa, que abrasó nuestra alma en deseos de conseguir tan grande felici- dad: Aquella pone fin á la vida de todos los mortales, pero no le pone á nuestros temores, ni á nuestras espe- ranzas. La religion santa que profesamos nos enseña grandes verdades para mas allá del término de nuestros dias: nos demuestra la espiritualidad de nuestra alma, la inmortalidad de nuestra alma, y la obligacion en que forzosamente se halla de dar razon de su conducta al

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