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od DIA DÉCIMO. EXÁMEN PRÁCTICO DEL PECADO DE MURMURACION. Aunque las Religiosas por su venerable estado, á que las condujo el Señor, se hallan separadas de varios peli- gros de que se ven rodeados en medio del siglo los que viven en él, hay ciertos defectos, cuyo contagio se comu- nica á todos Jos lugares, y acomete á todos los estados por privilegiados y perfectos que sean. El pecado de la lengua, que al modo de la chispa se ceba, y vá propa- gándose por todo cuanto encuentra hasta hacerse un in- cendio formidable en que hace arder no solo la fama y reputacion de una persona, sino la de toda una comuni- dad ó de una provincia, con daños incalculables, es de esta clase: la murmuracion maligna, digo, que impo- niendo delitos á quien no los cometió, aumentando los que verdaderamente habia cometido, descubriendo los que estaban ocultos, y echando á mala parte las acciones buenas ó indiferentes, es uno de los mayores defectos en que podemos incurrir: de este vicio que nos hace aborre- ciblesá Dios y á los prójimos, y que con un silencio im- portuno, con una falsa sonrisa, con un ademan malicio- so, y con una seña de desprecio hiere y mata, es de quien . debemos pedir á Dios, como el Santo Job, que nos ma- nifieste nuestros delitos, para que tratemos sériamente de enmendarlos: Scelera mea el delicta ostende mihi. La murmuracion que no es otra cosa que la denigra- cion, ó injusta y oculta damnificacion de la fama, de la reputacion y del honor ageno, es un grave pecado, tanto mas atróz cuanto la persona á quien se daña sea mas distinguida y calificada; y como la fama de las Religio- sas, de los Religiosos, de los Sacerdotes, de los Prelados, de los Magistrados y de los Reyes, sea tan sagrada y respetable, acontece no pocas veces ser pecado mortal de- cir contra su honor alenn defecto, que no sería mas que
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