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332 EJERCICIOS ESPIRITUALES. piensa se mira sorprendida de un accidente mortal ó de uña enfermedad peligrusísima. En un momento se la presenta á su espiritu el fin de todo lo sensible, el fin de sus engaños y el fin de su tiempo: Pinis venit, venit fr nis, nunc finis super te, dice Diós por su Profeta Eze- quiel. Se la acabaron las comodidades que con ánsia tan insaciable habia procurado para su miserable cuerpo: se acabaron las amistades con las personas poco morigera- das del siglo: se acabaron las conversaciones frecuentes en las rejas: desapareció la vanidad en el vestir, en el ha- blar y en el manejo de los asuntos de la comuninad. ¡Qué horror! Cargaba la infelíz la nave de su alma con iunu- merables cuidados impertinentes ó criminales, sin pen- sar que podia irse á fondo al mejor tiempo. Edificaba la casa de sus pensamientos sobre la arena movediza de sa corta duración, y dió en tiérra cuando nrenos lo recela- ba. Se la acabaron á la infelíz los engaños de su éspíri- tu, y solo ha abierto los ojos para ver su eterno «mal. Su- mergida su alma en el humo de las pasiones, mitaba con disgusto las penitencias, con aborrecimiento la negación de sí misma, y con aversión los votos de su santa regla y los estatutos de sus sagradas constituciones: los reg- petos humanos, las condescendencias pecaminosas con las personas del siglo, los mútuos afectos “eran su única ocupacion. Por ella ofendia á Dios, por ella: daba mál ejemplo á sus hermanas, y por ella omitia las observan- cias monásticas. Ciego'su espíritu con los engaños de la serpiente antigua tenia por cosa leve la soberbia mas re - finada, la altanería 'y orgullo: mas insufribles, las des- 'obediencias mas claras y las'mas graves transgresiones de la pobreza evangélica. Ilusa con estos engaños del demonio y sus pasiones se volvia atrevida contra las de- más hermanas humildes, pobres, modestas y obedientes; ahora abre los ojos para ver sus engaños, y considera que habiéndola sido su martirio prolongado en vida, vá á servirle en la muerte de un escarmiento sempiterno. ¡Qué infelicidad!"Se la acabaron á la triste los dias de
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