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DIA OCTAVO. 297 Segunda parte. Aunque Dios nuestro Señor para manifestar que nues- tras suertes están en sus manos, y que como Omnipo- tente obra en sus criaturas segun el propósito de su ado- rable, justa y santa voluntad, transformó á María Mag- dalena de una grande pecadora en unailustre penitente, que amó mucho al Señor desde los primeros momentos de su heróica conversion: aunque de Saulo perseguidor hizo un Pablo defensor de su Iglesia y su doctrina, que desde el principio de su admirable conversion fué un vaso de eleccion y santidad; y aunque de un Francisco de Sena, hijo de perdicion, esclavo de Satanás, y sumergido en los vicios, sacó un santo de una perfeccion estupenda; no es este el camino comun y ordinario por donde conduce á las almas su adorable providencia. En aquellas conver- siones se admira su omnipotencia, en otros Santos su sa- biduría, y en todos su gracia, su santidad y misericor- dia. Aquí vemos cómo empieza, cómo sigue, y cómo dichosamente finaliza la justificacion y perfeccion de las almas: allí nos pasma mirar hoy asombro de santidad, al que ayer era un abismo de perdicion. En este camino, pues, comun y ordinario, vemos un amor que empieza, un amor que camina, un amor que llega al término de la jornada, un amor ¿ncipiente, un amor proficiente, un amor vulnerante. Ved ahí los tres grados ó edades de la vida. del amor. El primero consiste, en que habiendo Dios justificado á alguna alma, y depositado en ella su gracia, su cari- dad y. su amor, todavía esté en el principio: es como un niño de pocas fuerzas que se entretiene en ciertas peque- ñeces y puerilidades: ya ama á Dios, pero la quedan to- davía muchos resabios de la tierra, muchos ímpetus del genio, de la complexion, de los fines terrenos de parecer bien, y siente mucho cuando la contradicen, reprenden, ó niegan su propia voluntad: experimenta debilida les

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