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DIA OCTAVO. 293 pendio cuanto la ley prescribe, y todo lo que predicaron los Profetas. ¡Santísima ley, venerables Religiosas, suave y ligero yugo es el que nos impone el Señor! Mas no pen- seis que para cumplir este precepto propio del Señor. sea bastante el amor natural que tenemos á la vida y á nues- tra conservacion: éste amor aunque ingénito y nacido con nosotros se hace fácilmente vicioso, desordenado y culpable, cuando por el excesivo apego al regalo de nues- tro cuerpo desobedecemos algun mandamiento de Dios ó precepto de nuestra madre la Iglesia, ó faltamos á algu- na grave obligacion que nos imponga nuestra santa re- gla ó sagradas constituciones. Por esta causa dijo el gran Padre San Agustin aquella tan celebrada sentencia: 5% male amaberís tunc odisti: si bene oderís, tunc amasts. Esto es, si amais vuestra vida desordenadamente, entón- ces la aborrecereis; mas si aborreceis los desórdenes de vuestra vida, entónces verdaderamente la amais. Tampoco es suficiente para cumplir esta primera obli- gacion de toda alma racional el amor genial y de simpa- tía, que no es otra cosa que una cierta inclinacion que tomamos á tales personas, porque congenian y dicen con- formidad con nosotros. Este puede sernos perjudicial si no le anivelamos con la razon y la divina ley, pues por no desagradar á aquellas personas nos exponemos á des- agradar á Dios; así como le desagradaremos con la ayer- sion natural ó antipatía de genios, modales ó costum- bres, por los que nos retiramos de tratar con tales Reli- giosas, huimos de su conversacion, y no practicamos con ellas aquellos oficios que la caridad, el instituto, la oca- sion y su necesidad exigen de nosotros, para no dar que decir en la comunidad y agradar al Señor. ¡Oh cuánto podemos delinquir en.una comunidad, ya contra el uno ó contra el otro de estos dos extremos, si no vivimos con vigilancia para reprimir estas inclinaciones naturales, que muchas veces no sabemos explicar, ni entendemos en qué consistan! Tampoco es bastante el amor social, en fuerza, del 20