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DIA SETIMO. 257 el hombre no muera. Dios es nuestro maestro que nos enseña, nuestro médico que nos cura, nuestro padre que nos ama, nuestro protector que nos defiende, nuestra luz qué nos guía y nuestro pasto que nos alimenta. Fácil- mente podeis comprender ahora, venerables Religiosas, que Dios nuestro Señor por todos estos titulos y otros in- númerables que omitimos, es digno de todo honor, culto, reverencia , adoracion, magnificencia y gloria; y que no solo tenemos obligacion de remover los estorbos que nos impidan dar gusto á Dios y contentar á su divina Magestad , sino usar de todos los medios que puedan per- feccionarnos y santificarnos cada dia mas en esta pureza de intencion, encaminándola siempre á Dios, aumen- tándola con nuevos objetos de virtudes, y uniéndola á sus infinitos merecimientos. Ved ahi los tres medios ad- mirables que los Santos nos han paradejado arribar á la mayor pureza de intencion, y conseguir en poco tiempo un tesoro riquísimo de merecimientos. De lo contrario seríamos infieles sin conocimiento ni culto del verda- dero Dios: seríamos ingratos á tantos y tan singulares beneficios recibidos de la mano del Todopoderoso : sería- mos traidores desertando de sus banderas y pasándonos al servicio de su mus fiero enemigo el demonio: seríamos hipócritas, cuidando solo del adorno del cuerpo. y lo ex- terior de las acciones, dejando desnudo el espíritu del vestido hermoso que le dá la religion: y seríamos las mas infelices de todas las criaturas racionales, teniendo so- bre nosotros todas las cargas del estado monástico, y Ca- reciendo del menor de sus alivios y de todo merecimiento. Parece, pues, muy necesaria la explicacion de cada uno de estos tres particulares. El primero consiste en dirigir, encaminar y ofrecer á4 Dios todas las cosas, haciéndolas en gracia para que sean meritorias de gloria eterna. Las limosnas mas cuan- tiosas, los ayunos mas rigurosos, las vigilias mas conti- nuadas y los tormentos mas atroces son obras perdidas para el Cielo mientras el alma existe esclava del pecado.