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DIA SEXTO. 225 clausura monástica que hemos ofrecido delante de Dios, de los Angeles y de los hombres: no hay paz sin la ob- servancia de las sagradas constituciones , ó sábios regla- mentos que los superiores nos dejaron para el buen ré- gimen de nuestra comunidad. Dirán las Religiosas ti- bias, así lo hemos visto hacer: dirán las relajadas, no profesamos eso: pero las fervorosas responderán : Jesu- eristo no dijo que El era la costumbre, sino la verdad: no el abuso tenebroso, sino la brillante luz. La regla habla, las constituciones hablan, los Santos Fundadores hablan, los Pontífices hablan, los autores hablan. ¿A quiénes he- mos de escuchar, á los que atrevidamente quebrantan sus obligaciones cristianas y religiosas, ó á Dios y 4 sus Santos? No hay efugio. Sin obedecer á Dios no hay paz. Quis resistit el, el pacem habvwit? (Job. cap. 9.) Así ha- bla el Santo Job, y asi debemos hablar tambien nos- otros. No esperemos mas que inquietudes y sobresaltos en la conciencia, mientras nos opongamos á la voluntad de nuestro santísimo Dios. ¿Mas cómo tendremos la paz con nuestros prójimos? Vamos á oirlo en esta segunda-re- flexion: Segunda. El Apóstol San Pablo, aquel hombre que desde las mas espesas tinieblas fué llamado por Dios para ser dis- cípulo de la luz, y comunicarla con la pureza de su doc- trina á todas las clases de personas sobre la tierra: este hombre incomparable, lMeno de santidad y sabiduría, clamaba á los Romanos, y les recomendaba la paz, di- ciéndoles: cuanto está de parte de vosotros, yo 0s en- cargo que tengais paz con todos los hombres, siempre que esta sea posible (1). El Santo se hacia cargo de que rt (1) Siferi potest, quod in vobis est cum omnibus hominibus pacem ha- dentes. S. Paul. Ep. ad Rom.
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