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DIA SEXTO. 217 “sin habernos mortificado en dejar alguna cosa?... ¡Oh cuántas ocasiones preciosas hemos perdido! ¿Atendemos mas á la comida que á la leccion espiritual de la mesa?... ¿Cómo mortificamos el olfato en la enfermería, y con las enfermas?... ¿Nos resistimos á limpiar sus llagas, asear sus celdas, remendar sus hábitos, lavar sus ropas; por estar asquerosas y de mal olor?... ¿Qué querríamos que hicieran con nosotros.si nos halláramos en aquella situacion?... ¡Oh cuántos bienes perdemos por no mor- tificarnos! ¿Usamos del sentido del tacto en nosotros y en nues- tros prójimos con el modo virtuoso que Dios manda?... ¿Qué nos dice á esto nuestro corazon?... ¿Buscamos con demasiada solicitud la blandura de las ropás en el ves- tido y la cama? ¿Cuál fué la de Jesucristo en el pesebre y la cruz?... ¿Omitimos las penitencias de la órden por un temor infundado de. perder la salud?.... ¿Gustamos mas de las mortificaciones que nos sugiere nuestro ca- pricho, que de las mandadas en las constituciones?... ¡Qué trastorno de ideas tan deplorables! En suma, ve- nerables Religiosas, examinemos el uso que hacemos de los sentidos del cuerpo, y enmendemos nuestras faltas si nos queremos salvar. MEDITACIÓN SEGUNDA. Que debemos amar d solo Dios. Considera, alma mia, aquel mandato tan claro y ter- minante que nos dá Dios por San Mateo cuando nos dice: al Señor Dios tuyo adorarás, y á El solo servirás, quitán- dote de los vanos cuidados de este siglo. No es posible servir á un tiempo á dos Señores, dice el mismo Dios: un corazon no puede recibir dos amores contrarios: cual- quiera persona que se resuelva á servir, amar y obede- cer á Dios, es menester que aborrezca las obras del de- monio, Ved por qué el espíritu pelea contra la carne, y
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