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DIA QUINTO. 169 sudor de su rostro: ¿pues qué dejó San Pedro? Quid, aut quantum dimissil qui pene nihal habuat ? Mucho dejó, responde-San Gregorio Papa : mucho dejó quien todo lo renunció: mucho dejó quien nada se reservó: mucho dejó quien hasta el derecho de poseer abdicó. En estas cosas, carísimas hermanas, mas se atiende al afecto con que por amor de Dios se renuncian, que á las mismas cosas que se dejan. Eso premió su Divina Magestad á los Apóstoles con un galardon tan magnífico, que excede todo humanó pensamiento. Ciento por uno en la tierra, y la vida eterna en el Cielo. ; Considerad, ahora, Señoras, vuestro estado, y ve- reis que apenas hay persona en el universo en quien mas de lleno recaigan estas promesas que en vosotras. Dejás- teis un padre y una madre en el siglo, y hallásteis en el monasterio muchas preladas, que hacen con vosotras ofi- cio de verdaderas y piadosísimas madres: hallásteis mu- chos padres espirituales, que llenos del espíritu de Dios conducen vuestra alma por las sendas de la cristiana y monástica perfeccion: dejásteis una hermana, y hallás- teis ciento: un hermano, y teneis ciento: dejásteis un pequeño campo, y os hallais con todos los bienes del mo- nasterio, y todos los tesoros de la providencia de Dios. ¡Ventajas asombrosas! Pero ventajas temporales que des- aparecen á la vista de las espirituales y eternas: á la presencia, digo, de aquella gloria tan preciosa, tan rica, tan inexplicablemente felíz que Dios os tiene reservada, si, fieles á laó obligaciones de vuestros solemnes votos, perseverais constantes en su pura observancia hasta el término de vuestra vida. Renovaos, pues, venerables Re- ligiosas, en el espíritu de vuestro sagrado instituto por tantos medios como la Religion os presenta, y en vista de tantas ventajas como se os proporcionan. Me visteis ayer tarde las que llevaban los pobres evan- gélicos sobre los pobres del siglo: quedásteis enteradas de que la pobreza monástica es honorífica, es gloriosa; y la pobreza del siglo despreciable é ignbminiosa; la po-