BCCPAM0001138-1-2900000000000

DIA QUINTO. 167 otros bebiste, y en la afrentosa muerte á que por nosotros te entregaste. ¿Qué mas, ¡oh alma mia! qué mas pudo Dios hacer por tí, que morir por tí? ¿Qué mas te pudo dar que darte su propia vida? Esto lleva para sí á todo nuestro amor. ¿Pero qué te puedo yo volver, Dios mio, qué te puedo yo dar, ¡oh-amable Redentor mio! por lo que por mí has hecho, y por lo que me has dado? Tenga yo Siquiera: grande vergiúenza;, y.confúndime mucho si no respondiere á tu grande'amor con mi amor. No puedo ya resistir mas, Redentor mio, á tan grandes obliga- ciones "no púede mi corazon sufrir tan grandes golpes de tu poderoso amor, y no debo ya desear otra cosa en esta: vida, sino «sér perfectamente crucificado contigo: dame, señor, la muerte, 6 imprime en mi alma tu san- tísima muerte. Mas quiero estar en la cruz con el buen Ladron, confesando tu sañto nombre, que con San Pe- dro en el Tabor admirando tú hermosura. No conviene ya gloriarme sino en vuestra cruz; viviendo cruci- ficado al mundo, y el mundo para mí. Si es preciosa la muerte de los mártires por haber muerto por Dios, ¿cuánto mas preciosa debe ser para tí; ¡oh alma mia! la muerte de Dios que muere por ti?.No hicieron ellos mucho en dar la vida por el«que les dió la vida; pero, ¡oh cuánto hizo el que dió la vida por ñosotros pecadores, que le di- mos la'muerte! Nose aparte jamás de tí, ¡oh alma! este útil pensamiento, y serás agradecida á: tu eterno Bien- hecho?.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz