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DIA CUARTO. 129 comprensibilidad y fecundidad de sus senos, ¿para qué lo crió el Señor sino para beneficio del hombre? ¿Los sen- _tidos del cuerpo hasta qué punto levantan los dones del Señor? Si yo no, tuviera manos y me las dieran: si me faltaran piés, y me los prestaran: si me hubieran ar- rancado los ojos, y me los restituyeran, ¿encontraria mi lengua palabras para expresar mi justo agradecimiento? ¿Habria en mi corazon afectos correspondientes á la gran- deza de estos beneficios ? ¡Oh hacedor de mi vida y con- servador de mi cuerpo, todos mis huesos claman que son hechuza de tu poder y dádivas de tu bondad! Yo estaba enfermo, y me sanaste: me hallaba tullido, sordo, mudo, y me diste habla, oido y conocimiento: yo estaba en- carcelado, y me libraste; estaba cautivo, y me resca- taste; estaba muerto y me resucitaste. ¿Qué hay en mí que no haya recibido de ti? ¡Oh Dios de mi corazon, dulzura de mi vida, y lumbre de mis ojos! ¿Cómo te amaré? ¿Qué haré para amarte? ¿Cómo te manifestaré mi amor? Publicaré, Señor tus beneficios, y diré á todo el mundo que le criaste por mi amor, y que' por amor formaste mi cuerpo con todos sus sentidos, y mi alma com todas sus potencias. Sí, mortales, mi alma, este sór que anima mi cuerpo terreno y perecedero: este sér es- iritual, inmortal, indestructible: este sér inteligente, ibre, por cuya virtud ven mis ojos, oyen mis oidos, ha- bla mi lengua, se mueven mis manos, y todos mis miembros ejercen las funciones de vida: este sér ador- nado de una memoria felíz para acordarme de sus bene- ficios, enriquecido con un entendimiento claro para con- siderar sus divinas perfecciones, y dotado de una volun- tad esencialmente libre para amar con mérito su bon- dad: un sér á quien enseñaba en sus ignorancias la infinita sabiduría, 4 quien sostenia en sus debilidades, levantaba en sus caidas, sufria en sus ingratitudes , sa- naba en sus enfermedades, y resucitabaen sus muertes espirituales: un sér, finalmente, á quien hermoseó con las virtudes morales y cardinales, y los dones de su di-