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E ol ml tt ss o 110 EJERCICIOS ESPIRITUALES. deciste tales deshonras en ella, que tus mismos hijos se escandalizaron, é hicieron burla de tí. ¡Oh maravilloso amor, que á tal extremo descendiste! Y extraña cegue- dad de los hombres, que tomaron ocasion para descono- certe, donde la habian de tomar pará mas amarte. Dime, ¡oh dulcísimo amor! si sola esta centélla que nos mostraste acá fuera, fué tan espantosa á los hombres, que ha sido escándalo á los Judíos, y locura á los Gen- tiles, ¿qué hicieran si les dieras alguna otra muestra que declarara toda la grandeza de este amor tuyo? Pues si sola esta muestra, que es menor que el amor que nos teneís, hace aun 4 los hombres malos salir de sus senti- dos, y perder la vista en medio del resplandor de la luz, ¿qué harán tus hermanos, «hijos y amigos que tan crei- do tienen , y tan conocido á cuanto mas se extiende tu amor? Esto es lo que-les hace salir de si, y quedar ató- nitos, cuando recogidos en el secreto de sn corazon, les descubres estos secretos, y se los.das á entender y sen- tir. De aquí nace el deshacerse y abrasarse sus entra- ñas: de aquí el desear los martirios : de aquí el holgarse con las tribulaciones: de aquí sentir refugio en las par- rillas, y pasearse sobre las brasas encendidas: de aquí el desear los tormentos como conyites, y holygarse con. lo que todo el mundo teme, abrazar lo que.el mundo abor- rece, y dejar las abominaciones de Egipto para sacrifi- car el alma á Dios. El alma que está depositada contigo, Redentor del mundo, y voluntariamente se junta conti- go en. el tálamo de la cruz, ninguna cosa tiene por mas gloriosa, que traer consigo las injurias del Crucificado. ¿Pues cómo te pagaré. yo; amor mio, este amor? Esta sola es digna recompensacion, cuando la sangre se re- compensa con la sangre. Dulcísimo Señor, y0 Conozco esta obligacion: no permitas que yo salga de ella: yéa- me yo Gon esa sangre teñido, y en esa cruz enclavado. ¡Ob oruz;, hazme lugar, y recibeen tí mi cuerpo y deja al de mi Señor! Ensánchate corona, para que pueda yo meter mi cabeza. Dejad clavos esas manos inocentes, y

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