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96 EJERCICIOS ESPIRITUALES. mover los obstáculos que fetardan sus temporales intere- ses , que nosotros para reprimir las pasiones que nos im- piden los bienes eternos! Avergoncémonos al considerar que ellos no economizan fatigas y desvelos para conseguir su fin, y echan mano de los medios mas ásperos, difíci- les y desabridos; ¿y teniéndolos nosotros tan suaves, tan ciertos, tan esperimentados en la divina ley, en la regla monástica, y en las constituciones de la órden, no ngs valdremos de ellos, ni querremos fatigarnos por conse- guir el Cielo? ¡Oh ceguedad, digna de la mayor lástima! Examinemos esto bien, y á la tarde veremos los defec- tos contra la fortaleza, la justicia y la templanza. MEDITACION - SEGUNDA. Que el amor de Dios para con nosotros es sin término. Considera, alma mia, que si el amor de Dios para contigo no tuvo principio, tampoco tiene término. No pienses que llegó solamente hasta reducirle 4 la muerte, y Muerte de cruz: su amor pasó mas adelante. Él pade- ció la muerte por dar á todos la vida; pero aparejado es- taba su amor á padecer muchas muertes. Él padeció por todos, y su amor le compelería á padecer lo. mismo por uno solo. Tres horas estuvo pendiente en una cruz, entre los tormentos mas atroces: tres dias, tres meses, tres años, tres siglos hubiera estado su amor pendiente en la misma cruz, si esta hubiera sido la voluntad de su Eterno Padre, ó hubiera esto sido preciso para la salvacion del hombre. No lo dudes, alma mia, mas amó el Señor que adeció: mas fuego de amor ardia en sus entrañas , que as estupendas muestras exteriores que nos daba de su amor. Tantas llagas, tantos azotes, tantas espiñas, cier- tamente predican su grandísimo amor; pero no nos de- muestran todo el que habia en el amorosísimo corazon de nuestro amabilisimo Jesús. Pues si tanto, alma mia, debes á tu Dios por lo que hizo por tí, ¿cuánto le debe-
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